Hace mes y medio Mª Ángels, autora invitada del post de hoy, me contactó para hablarme de su Blog por si pudiera ser de interés para mis lectores o pacientes. Leí varios de sus artículos, y vi a una mujer reconstruyéndose así misma con la valentía y generosidad de compartirlo públicamente con todo aquel que pudiese estar atravesando el túnel del trastorno alimentario.
Unos días después le propuse que hiciéramos una colaboración juntas, porque su proyecto y el mío estaban ambos cargados de sensibilidad y deseos de ayudar.
Estoy encantada y honrada de invitar a mi casa-Blog a esta luchadora. Su artículo es sencillamente auténtico, emotivo, esperanzador y realista.
Si sufres un trastorno alimentario te dará fuerzas para hacerle frente, y si no lo tienes, despertará tu sensibilidad y conciencia de superación igualmente. Tienes que leerlo, sí o sí.
¡Adelante Mª Ángels!
«No me gusta mi cuerpo, pero lo acepto»
Hasta hace tres años, no hubiera firmado estas palabras. No sólo eso, jamás las hubiera pronunciado… ni tan sólo pensado. Al contrario, mi reflexión hubiera sido bastante distinta: “no me gusta mi cuerpo y voy a cambiarlo”. Este es el pensamiento que me mantuvo enferma de anorexia más de veinte años.
Una filosofía que nutrí de conductas alimentarias irracionales, alimentos prohibidos y vómitos, que se tradujeron en un cuerpo menudo y frágil, además de muchas otras consecuencias.
Empezar con un trastorno alimentario a los 14 años, y tenerlo bajo control treinta años después, no ha sido nada fácil. De hecho, ha sido una gran batalla conmigo misma hasta conseguir entender las cosas de otro modo, y sobre todo, a aceptarlas.
Tremendamente orgullosa de la última visita a mi psiquiatra.
Fue el pasado 16 de febrero a las 9 de la mañana.
«¿Cómo estás?», fue la pregunta del Doctor Soriano. «Bien», la respuesta inicial (y sincera), pero como el psiquiatra sabe, siempre la acompaño de una reflexión profunda en la que le cuento cómo me encuentro de verdad. Sin esquivar preguntas, porque para eso están: para ser preguntadas.
Le conté al doctor que el tema alimentario sigue bajo control, como desde hace un par de años, que mis pensamientos siguen siendo positivos y que mi actitud es firme, a pesar de las posibles tentaciones.
También le confesé que en mi nuevo trabajo me siento ligeramente acomplejada junto a unas magníficas compañeras, algunas de ellas 20 años más jóvenes que yo, con lo que ello conlleva para una persona que ha sufrido un trastorno alimentario y que, a diario, debe reconciliarse con su cuerpo.
Y como siempre hago, a matar entré. Donde más duele, porque como los dos sabemos, el desacuerdo con mi aspecto es algo con lo que me ha tocado convivir y no quiero esconder. «No me gusta mi cuerpo, pero lo acepto», fueron las palabras que dije.
Una frase a la que he llegado después de mucho tiempo e infinitas peleas con mi aspecto, que en realidad eran conmigo misma. Con mi modo de ser, con mi mente, con las experiencias que me forjaron, con lo que me endureció y me hizo crecer, con mis inseguridades y con mis miedos. El cuerpo era sólo una excusa.
Fue justo con estas palabras con las que me reafirmé: mi trastorno alimentario está bajo control, y a pesar de encontrarme defectos, miles diría, he aprendido a convivir con ellos.
Hace tres años tomé la decisión de curarme definitivamente. Sin medias tintas, poniendo toda la carne en el asador y asumiendo las consecuencias. En definitiva, siendo consecuente y sin marcha atrás.
Mi vida nada tiene que ver con la que fue mientras la anorexia vivió en mí.
Ahora mi cuerpo es de mujer y mi cabeza está tranquila. Sin cambios de humor, ansiedades y estridencias. Y lo que es más importante: sin boicots de ningún tipo.
Así vivo ahora y lo haré el resto de mis días… siendo fiel a la decisión que tomé después de tanto dolor y sufrimiento. Con la cabeza alta y teniendo claro que jamás habrá vuelta atrás.
Esto conlleva asumir que, a pesar que habrá épocas más fáciles que otras, momentos en los que las inseguridades volverán a aflorar y días en los que las cosas se retorcerán como una escalera de caracol, la comida y mi cuerpo no serán una válvula de escape.
A diario trabajo para quererme un poquito más, para aceptarme tal cómo soy y para encontrar otras virtudes en mí. Y sobre todo, para mantenerme alejada de una enfermedad que arrasa con todo, que te deja tirada en la cuneta, sin fuerzas para continuar y sin ganas de alzar la cabeza.
Mi doctor terminó la visita con una frase que me gustó tanto como me emocionó: «no quiero que nos volvamos a ver hasta después del verano. ¿Te parece?»
Más de seis meses por delante para demostrarme, a mí y a mi psiquiatra, que soy capaz de caminar sola. Siempre atenta, pero con la mirada en otros fines y, por supuesto, dándome permiso para confiar en mí.
«Sí», le contesté.
¿Te sientes identificad@?
¿No te gusta tu cuerpo?
Déjanos tu opinión. A MªÁngels y a mí nos importa
Mariangels Pastor. Madre. Periodista. Recuperada de anorexia tras 20 años de trastorno y autora del blog www.superaranorexia.com
En primer lugar, enhorabuena por lo que has conseguido. Eso es lo más importante. A mi tampoco me gusta mi cuerpo pero lo acepto. Soy consciente de que lo acepto. Ojalá que alguien que esté pasando lo que has vivido tu, lea tu artículo y le puedas ayudar. Vivimos en una sociedad en la que se hace difícil aceptarte como eres pero esta claro que lo más importante es q ue uno se quiera así mismo con sus virtudes y sus defectos y no se deje llevar por los demás ni ppr los cánones que nos tratan de meter en nuestras «cabezotas».
Un saludo y no te desvíes de tu camino.
Muchas gracias Sakinamar! La intención es esa: ayudar a quien este metid@ en este infierno o a quien solo esté jugueteando.
Gracias por leerme y por los ánimos!
Un abrazo
Hola. Bueno antes de nada darte la enhorabuena por todo lo que has conseguido. Eres una luchadora y por lo que escribes creo que vas a seguir siéndolo de por vida. Es muy complicado salir de una situación como la tuya y más en esta sociedad que parece que solo vale un físico espectacular. Estoy convencida que fue algún imbecil el que puso como estereotipo mujeres que dé primeras no son reales, y a demás a las cuales a mí no me gustaría parecerme. Yo me identifico contigo, una mujer luchadora a la que no le han regalado nada, a la que la han juzgado por no ser como los estereotipos, pero sabes lo que te digo, que toda esa gente no me llega ni a la suela de los zapatos, que es gente vacía que solo se preocupa de si llevo la manicura francesa o las mechas californianas, a mí eso me la trae al pairo. Y a tus compañeras de trabajo que les den. Si son más jóvenes…… eso tiene cura. Espérate 20 años más y ya no serán tan jovenzuelas…..solo hay que esperar. No dejes que nadie te haga sentir inferior por no adaptarte a la norma. A mí no me gusta ser como el resto y eso es lo que hace especial a una persona, por eso yo me considero especial y por eso la gente me quiere como soy. Yo tengo unas amigas que me dicen que soy una maniática, por qué no me gustan los estampados, las camisetas con un solo hombro, las sandalias cruzadas, lo oriental, el color salmón, los bolsos que tienen dos asas pequeñas y una grande a la vez, ….en fin maniática yo? ….me gusta definirlo como peculiar…en fin por eso me quieren tanto…..pues eso …tu especial, saliéndote de los cánones que entre otras cosas para eso los hicieron los griegos, para luego variarlos,…se empezó con el canon de las 7 cabezas, luego con el de 8 y se llegó incluso al de 9.
O es que a caso las mujeres que pintaba Rubens no eran bellas..
Bueno espero que te guste mi comentario o por lo menos te divierta.
Vivan las mujeres de verdad
Me ha encantado! Tienes toda la razón y has dado en la clave: aceptarte tal como eres y disfrutar de ello. Sin complejos.
Es lo que he estado haciendo y todavía hago a diario.
Aprender que eres única es un ejercicio tan profundo como sano.
Gracias por los ánimos y el coraje. Este es un mensaje para releer más de una vez.
Gracias por este regalo.
Encantarle es poco. Enhorabuena por el artículo. Totalmente identificada…y esperando que llegue el momento ansiado de decir……no me gusta pero lo acepto.
Gracias por compartir la experiencia, hace que no nos sintamos solas e incomprendidas