Cómo ser más asertivo. Un caso real

En el artículo de hoy nos acompaña MaryShine, una mujer que ya ha sido colaboradora de Tupsicologia.com en otra ocasión, y que de nuevo nos trae un mensaje de optimismo.

Vivir escondido no es vivir. Se puede aprender a vivir sin miedo a existir, pensar y sentir.

¡Adelante MaryShine!

Durante un extenso periodo de tiempo de mi vida, más o menos el que abarca desde la pre-adolescencia hasta los 21 años, yo dejé de existir. Me convertí en un ser que vivía hacia adentro, porque vivir hacia fuera me daba miedo.

Tremendamente tímida y vulnerable, fui día a día construyendo una coraza impenetrable, y me iba encerrando dentro de ella. Comencé a tener miedo a que volvieran a dañarme sin remedio. El miedo me paralizaba y así cambié por completo.

Enfadada conmigo misma, casi hasta odiarme, dejé de querermeSentía que no merecía nada en esta vida. Ni el cariño de mis padres, que en plena adolescencia me resultaba casi inexistente, ni que me pasaran cosas bonitas, ni que tuviera amigos y fuera feliz.

La adolescencia fue una etapa cuyo color principal para mí fue el negro. No solo la ropa, mi mirada, mi interior y mi futuro eran negros.

Sentía que nadie me quería, incluso fantaseaba con la idea de que una enfermedad me quitara de en medio. Era insignificante, nadie me veía, nadie me quería, nadie me echaría de menos.

La adolescencia es una auténtica coctelera de emociones,

donde cualquier cosa, por mínima que pueda parecer,

se lleva a los más absolutos extremos. Muerte o gloria.

Además de no quererme, me volví insegura. Las cosas no ayudaban mucho en el colegio: sufrí bulling y eso, sumado a un tremendo trauma infantil, repercutió aún más en mi ya quebrantada seguridad.

Verme expuesta ante alguien me paralizaba. Sentía un calor en mi rostro y el pecho palpitante como un caballo desbocado, me faltaba el aire (hoy, ya sé que aquello tenía nombre, se llama ANSIEDAD).

Todas las miradas se volvían escrutándome. Me sentía incapaz de levantar la mano y preguntar mis dudas en clase. Esto trajo, como imaginarás, otros problemas, notas bajas y reprimendas en casa.

También tenía que actuar en esas “adorables- terroríficas” obras escolares. ¡Imagina los nervios que tenía! Para cagarse las patas abajo (literal). Aquí empezaron otros síntomas de ANSIEDAD (dolores de estómago y esas cosas que “yatusabes”.)

Mi círculo de amigos cada vez era más reducido. No tenía fuerzas ni argumentos para defenderme en las peleas o cuando alguien se metía conmigo. Ya no sabía defenderme, ni abrir la boca ante las injusticias. Me cayeron broncas, enfados, castigos sin razón, sin que ni siquiera fueran míos.

Y yo, insignificante como una cucaracha, callaba y los tragaba. Y dicen que el que calla otorga. ¡Qué gran mentira! Callaba, era cobarde.

Dejaba que se me colaran en la boutique del pan y en la fila del supermercado descaradamente. Callaba cuando me cobraban de más, cuando debían darme un regalo en la promoción del periódico y no me lo daban.

Fingía que aquello era normal y sabía que no lo era. Bullía por dentro, me sentía estúpida por no reclamar lo que era mío. Si antes lo aceptaba, ahora empezaba a rebelarme conmigo misma. Comenzaba un cambio.

No se cómo, pero conseguí retomar mis estudios y ya algo más madura, las cosas comenzaron a cambiar. Sacaba unas notazas tremendas, con mucho esfuerzo y seguía sin levantar la mano para preguntar en clase. Temía encontrarme con la mirada del profesor y que me sacara al encerado.

Otra vez se paralizaba el tiempo. Calor en las mejillas, un purasangre saltando desbocado en mi pecho y un hilo apenas de aire entrando por mi garganta: ANSIEDAD. Pero lo logré y eso me dio un puntito de seguridad, ¡todavía era capaz de hacer cosas en la vida!

Me planté con veintipocos: un buen trabajo, un partidazo de novio recién caído del cielo. Tomé estos regalos como recompensa por tantos años de sufrimiento. El purgatorio de la adolescencia había quedado bajo mis pies.

Había comenzado un cambio pero sobre todo, el cambio fuerte surgió con mi primera maternidad.

Por un hijo mueves el culo lo que sea

Y a mí al parir me salieron garras y caninos.

Pero a pesar de todo, no era una persona asertiva. Seguía teniendo grandes limitaciones en situaciones mundanas:

  • Preguntar a alguien por la calle (la hora, una dirección…)
  • Poner una reclamación (quejarme de que la sopa está fría, de que tardan en servirnos los entrantes…)
  • Pedir la comanda / cuenta (ppsssshhhh, psssssssh ¡camarero, una de mero!).
  • Relacionarme con soltura (de ligar ya ni hablamos).
  • Pedir favores (¿Quién yo? Nunca, jamás de los jamases, ¿quién querría hacer algo por mí?).
  • Llamar por teléfono de manera “normal” (qué tontería ¿no? Si ni me ven, ¿quién se va a reír de mí porque hable prácticamente en apnea?).
  • Entrar sola en una cafetería y tomarme un café, algo tan cotidiano, era impensable. Prefería esperar a mi cita en la calle, así estuviera cayéndome el diluvio universal sin paraguas.

Entonces decidí que llevaba muchos años sin ser yo. Porque yo de pequeña era una niña fantástica (está mal que yo lo diga, pero oye, no tengo abuela). Era extrovertida, coqueta, divertida, simpática, charlatana. Tenía más amigos que los que tengo ahora en Facebook, twitter e Instagram juntos.

Yo importaba a la gente, yo contaba para el mundo. Lo sentía. Sentir y saberlo es fundamental para vivir plena y feliz. Porque puedes mostrarte happy, happy, super flower power (véase vidas inventadas by Facebook) y no serlo. Me refiero a que yo lo era: feliz, amada, plena.

Desgraciadamente hay momentos, circunstancias, palabras y actitudes que te dejan cicatrices imborrables. Y eso te cambia. El dolor cambia. El dolor paraliza, te hace ser la niña/mujer más insignificante del mundo. El dolor te hace infeliz.

.

Después de tanto tiempo y tanto daño uno no sabe en quien puede confiar. Había muchas áreas que tratar. Uno no deja de ser asertivo porque sí. A uno se le rompen muchos planos. Lo bueno es que cuando la asertividad mejora, los demás planos también lo hacen.

Exponerse poco a poco a situaciones cotidianas es la clave.

Eso y analizar cada situación. Cómo nos sentimos en ese momento, qué notas físicamente, mentalmente, qué crees que piensan los demás, qué te gustaría que pasara. Visualizarlo. Es duro y es importante ser constante. Pero después de unas cuentas exposiciones paulatinas, al final consigues tomarte un café tu sola en una cafetería:

Yo lo hice, y esto fue lo que escribí:

«Venía por la calle decidida, tanto si había gente como si no. Claro que algo me ha ayudado el ver que no estaba muy lleno y el camarero estaba ocioso, pero… ¡Aquí estoy! Y me siento (qué tontería) como… libre, independiente.
Solo me ha mirado una señora cuando sacaba mi libreta para escribir, pero ha sido solo un segundo.
Me está sabiendo este café a gloria bendita. No tengo ansiedad, si no, no podría tomarlo.
No me siento avergonzaba por estar aquí sola. Y sin embargo me siento bien conmigo misma de estar aquí, tomando este café.
Hay un hombre que no para de mirarme. ¿Le habré gustado? ¿Por qué pensaré estas cosas? Aaggggggg.
Parezco una escritora. La verdad es que puedo ser mil cosas aquí sentada y nadie tiene ni idea de lo que estoy escribiendo: mis sentimientos.
Había olvidado que estaba aquí sola mientras escribía. Y el hombre no me quita el ojo de encima.”

Fue la primera de muchas quedadas a solas conmigo misma. El primero de muchos cambios. Me di cuenta que, ¡coño! no pasaba nada, no era para tanto. La gente me escuchaba cuando hablaba. Nadie estaba pendiente de mí, examinándome (bueno, solo aquel hombre, se ve que le gustaba, que le vamos a hacer…).

Cambié la actitud, el gesto de la cara, la forma de hablar, la posición del cuerpo. Antes era pequeña y encogida y ahora estoy relajada, con la cabeza alta y… pequeña, pero es que las bajitas es lo que tenemos, que no podemos cambiar la altura. Pero te sientes grande, aun en este cuerpo chiquito.

Puedo decir que la asertividad es algo normalmente innato, porque el ser humano es un ser sociable, que necesita el contacto con el igual. Situaciones y traumas son las que cambian esta condición, pero puede volver a aprenderse poco a poco y se fortalece cada día con cada relación y cada momento.

Era lo que me faltaba para darme la seguridad que había perdido allá por la niñez. Hoy disfruto la vida de otra manera y desde otra perspectiva.

¡Hoy soy happy, happy flower power! Pero de verdad de la buena.

¿Y tú, te has sentido así alguna vez?

¿Te gustaría aprender a ser más asertivo?

Autora invitada: MaryShine. Llegó un momento en mi vida que quise ser YO. Tomar las riendas de mi destino y recuperar mi esencia.

Por | 2017-07-08T15:33:38+00:00 octubre 11th, 2016|Tú opinas|Sin comentarios

About the autor:

Licenciada en Psicología por la UAM, Col. Nº M-16099. Experto en Psicoterapia Breve. Máster en Sexología y amplia experiencia como psicóloga y formadora en el área de la psicología de la salud y la educación. Fundadora de Tupsicologia.com, asesoramiento psicológico presencial y on line, un apoyo profesional y cercano

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POR LA AUTORA DE ESTE BLOG

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