Suelta el peso de pensar en negativo
¿Te has fijado en la cantidad de tiempo que destinas a pensar en negativo? Lo más probable es que contestes “pues no sé…”, y eso es porque realmente no sueles pararte a pensar sobre lo que estás pensando.
No, no estoy haciendo un trabalenguas, me refiero a que sueles pensar sin más, sin detenerte a analizar cómo es el contenido de tus pensamientos. No, no eres raro, es algo que casi todo el mundo hace: dejar que el pensamiento fluya, sin cuestionarlo, dejando que vaya avanzando como un nubarrón negro que se posa sobre la cabeza.
No estás acostumbrado, ni entrenado en examinar de qué color son tus pensamientos, cómo son realmente. Te es mucho más fácil valorar cómo son los mensajes que te lanzan los demás (si son críticas constructivas, si son frases halagadoras o simpáticas) que pararte a observar cómo son los mensajes que te lanzas a ti mismo, ¿verdad?
Pues resulta que cuando sientes ese peso que cotidianamente identificas como “me siento de bajón”, “me encuentro desmotivado”, “me siento triste”, etc. es porque previamente te has estado enviando reiteradamente unos mensajitos de contenido negativo, seguramente catastrofista, exagerado, o cuando menos, pesimista.
¿Cómo te sientes cuando te relacionas con gente negativa de forma continuada, de esa que te va absorbiendo la energía con sus quejas y comentarios negativos? Mal, ¿verdad? ¿Y cómo te vas a sentir si te hablas a ti mismo como si fueras tu peor enemigo?
Ya sé, ya sé, dirás que no lo haces adrede, que cuando te quieres dar cuenta te encuentras mal, y no sabes cómo has llegado a ese punto. Ahí está la clave en darte cuenta cómo poco a poco te vas colocando ese peso sobre tus hombros.
De eso trata la siguiente historia para reflexionar. Escucha, y lo entenderás mejor:
Un psicólogo, en una sesión grupal, levantó un vaso de agua. Todo el mundo esperaba la típica pregunta: “¿Está medio lleno o medio vacío?” Sin embargo, preguntó: – ¿Cuánto pesa este vaso? Las respuestas variaron entre 200 y 250 gramos. El psicólogo respondió: “El peso absoluto no es importante. Depende de cuánto tiempo lo sostengo. Si lo sostengo un minuto, no es problema. Si lo sostengo una hora, me dolerá el brazo. Si lo sostengo un día, mi brazo se entumecerá y paralizará. El peso del vaso no cambia, es siempre el mismo. Pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado, y más difícil de soportar se vuelve.”
Y continuó: “Las preocupaciones, los pensamientos negativos, los rencores, el resentimiento, son como el vaso de agua. Si piensas en ellos un rato, no pasa nada. Si piensas en ellos todo el día, empiezan a doler. Y si piensas en ellos toda la semana, acabarás sintiéndote paralizado, e incapaz de hacer nada.” ¡Acuérdate de soltar el vaso!
Ahora después de leer esto, te dejo unas preguntas para que te evalúes:
- ¿Crees que eres de los que sueltan el vaso frecuentemente o de los que sólo lo hacen cuando ya sienten el dolor intenso?
- ¿Dedicas mucho tiempo a pensamientos como estos: recordar el daño que te han hecho otros, anticipar el futuro en negativo, agobiarte porque no salen las cosas como tú querías, dedicarte palabras de desánimo, reproches o culpabilidad?
- ¿Has probado a detener bruscamente esa cadena de pensamientos negativos, que no conducen a nada, y sentir cómo de repente te aflojas y recuperas otra vez las fuerzas?
De cualquier forma, la capacidad de tomar conciencia de lo que piensas y de cómo te hablas a ti mismo es algo que puede aprenderse. ¿Y si te dijera que puedes empezar a fijarte en cómo piensas, a escuchar los mensajes que te diriges a ti mismo con la misma atención que pones para los que te llegan de otros?
Es cuestión de práctica, en serio, puedes hacerlo. Imagínate la herramienta que tendrías a tu alcance, podrías simular que tu pensamiento es como un audio al que puedes subir o bajar el volumen, hasta incluso enmudecer, si fuera necesario
Para que te resulte más sencillo esto de soltar el vaso, puedes iniciarte siguiendo estos pasos:
#1. Identifica en tu cuerpo o en tus emociones si te sientes inquieto, preocupado o alterado.
Si te cuesta saber a priori si tu vaso está muy lleno o no de pensamientos negativos, concéntrate en primer lugar en valorar la tensión de tu mano o brazo soportando el vaso.
Es decir, si no sabes si piensas en negativo, pregúntate ¿me siento mal? Porque si te sientes mal, es que seguramente hayas pensado mal.
#2. Píllate in fraganti pensando en negativo.
Cuando te descubras pensando en negativo, deja que venga a tu mente la imagen del vaso y suéltalo mentalmente. Es tiempo de poner la atención en otra cosa. Pregúntate si tu pensamiento es productivo, si realmente te sirve para algo darle vueltas una y otra vez. Si la respuesta es “no, la verdad que no”, entonces suéltalo. ¡A otra cosa ya!
A continuación, un vídeo del psicólogo Rafael Santandreu sobre el poder del diálogo interior:
Si tienes dificultad para controlar tus pensamientos negativos y soltar el vaso, pide ayuda. Consulta.
¿Sueltas de vez en cuando el vaso de los pensamientos negativos?
¿Eres de los que van siempre con el vaso de los pensamientos negativos a todos los lados?
Buen post, enhorabuena. Muchas veces lo peor que podemos hacer en centrarnos en lo que queremos evitar. Al respecto, hay un vídeo bueno y breve al respecto: https://youtu.be/djUGeHf5EA8