Sí, lo confieso, el título suena más que bien, pero ya aviso a navegantes que este artículo no versa sobre sueños que se convierten en realidad o deseos que se cumplen con una varita mágica y sin esfuerzo.
Por supuesto que te deseo lo mejor, pero me gustaría poder ayudarte a ser un poco más dueño de tu destino y más agente de tu vida.
Es decir, la idea es aportarte algunos recursos para que tú mismo, de manera activa, puedas emprender acciones que te acerquen a lo que te propones.
Sueño y deseo es algo que esperas que ocurra, pero no piensas en hacer algo concreto para que eso suceda.
Un objetivo, sin embargo, es algo a lo que quieres llegar a partir de tu esfuerzo, planificación y determinación. Es algo sobre lo que quieres ejercer una acción. Pues bien, es precisamente con respecto a esto último sobre lo que quiero ofrecerte algunas estrategias que podrán resultarte de utilidad.
¿Te has percatado de la cantidad de tiempo que inviertes fantaseando con tu vida ideal?
Mucho sí, y es bueno, tranquilo, a nadie le amarga un dulce, soñar despierto puede resultar tremendamente satisfactorio.
El problema puede surgir, si te quedas únicamente en esa fantasía, en ese momento de castillos en el aire que nunca llegan a materializarse.
O más aún, el problema llega cuando, como en el cuento de la lechera, mientras sueñas, la vida se te escapa y te tropiezas con los obstáculos cotidianos que te hacen despertar con el jarro de agua fría de la cruda realidad.
No hay nadie, que haya conseguido lo que se propuso, sin antes imaginar, fantasear y soñar. Todo logro fue precedido de una acción y ésta de una idea. Todo éxito se coció antes a nivel mental, seguro.
Pero quien ha llegado a alcanzar su objetivo tuvo que bajar al mundo de las acciones, de los planes, del “¿qué tengo que hacer para…?” Es necesario arremangarse, tener la actitud de “¿cuándo y por dónde empezamos?”.
¿Estás dispuesto a actuar? ¿Qué opción escoges?
- Claro, por supuesto
- Hombre, depende de…
- Sí, lo que pasa es que…
- No lo tengo nada claro.
- Lo veo muy difícil
- No encuentro el momento, ni las fuerzas.
Cuanto más te acerques a la primera, mejor para ti. Cuánto más te alejes de la primera posición, más complicado te lo pones para obtener algún logro.
Si crees que tus objetivos tienen poco, o nada ,que ver contigo, con tus capacidades o acciones, te sentarás a esperar y a que la suerte cambie.
Si por el contrario, crees que tus objetivos tienen mucho que ver contigo, con tu actitud, con tus acciones y con tus capacidades, sigue leyendo, intentaré darte algunas orientaciones para que empieces a trabajar por ellos.
#1. Define más y mejor tus objetivos.
Si no tienes claro lo que quieres conseguir, ¿cómo vas a lograrlo?
Quizá estés pensando que tú ya sabes muy bien lo que quieres lograr, que es una tontería entrar en más detalle. Te equivocas, y no sabes cuánto.
“Mejorar en mi trabajo”
“Ganar más autoconfianza”
“Mejorar mi relación de pareja”
¿Te parecen objetivos definidos? Pues no lo son. Son conceptos demasiado abstractos, generales, que pueden referirse a varias cuestiones a la vez. Definamos más:
¿Qué aspectos de tu trabajo o de tu relación de pareja quieres mejorar?
¿A qué te refieres exactamente cuando dices autoconfianza?
¿En qué estás pensado?
¿Cómo sabrías si has ganado en autoconfianza de aquí a unos meses?
¿Cómo medirías tus avances en este objetivo?
Las respuestas son complicadas, ¿verdad?
Para que tengas más probabilidades de lograr tus objetivos, estos tienen que ser:
Específicos. Piensa qué, cuándo, cómo y dónde. “Comer más sano” no es un objetivo específico. La alternativa podría ser «comer 3 raciones de verduras y frutas al día, y dejar los fritos, dulces y embutidos a 1 vez por semana».
Medibles. Tienes que saber cuándo has conseguido tu objetivo o cuánto te falta para conseguirlo. Ir conociendo tu evolución, te animará y te permitirá implantar nuevas acciones o corregir las anteriores para aproximarte más rápido y en mejores condiciones a tu meta.
«Adelgazar» es un mal ejemplo de objetivo medible, la alternativa sería «adelgazar 1kg al mes», por ejemplo.
#2. Ahora: el momento idóneo para pasar a la acción
Te bullen las ideas en la cabeza, has conseguido hacer un boceto de lo que te gustaría conseguir, pero no acabas de encontrar el momento para empezar.
¿Cuándo vas a comenzar? Lo vas postergando por la falsa creencia de que has de empezar en el momento correcto, cuando se den las condiciones ideales, cuando tengas tiempo, cuando estés tranquilo, cuando dispongas de las circunstancias para ir a por ello.
Y con ese pensamiento, has retrasado la consecución de tus objetivos por otra temporada más.
No existe el momento perfecto, todo momento siempre puede ser mejorado, luego no tiene sentido esperar a tenerlo todo completamente controlado para iniciar tu plan.
El momento para comenzar a trabajar en tu meta es “ahora”. No busques la perfección, o notarás cómo el calendario avanza y sigues en el mismo punto.
Mientras estás emprendiendo las acciones que te acercan a tus objetivos, puedes reservar un tiempo también para mejorar lo que haces y cómo lo haces.
Por ejemplo: si te has fijado como objetivo hacer 3 horas semanales de ejercicio físico, pero no acabas de encontrar el gimnasio que quieres, con la cuota de pago que deseas, con el horario que te gustaría, no importa. No pospongas más tu objetivo, empieza a salir a caminar o a correr esas tres horas semanales, y a la vez sigue buscando el gimnasio al que te gustaría apuntarte.
Es decir, no intentes tenerlo todo atado para iniciar la acción. Las acciones pueden mejorarse y cambiarse durante el proceso. El momento idóneo siempre es “ahora” “ya” “hoy”.
#3.Revisa continuamente tu proyecto y los avances:
Esta es una estrategia clave para perseverar y mantenerse en tu propósito.
A veces los objetivos se retrasan, no porque no estés dedicándoles esfuerzo, tiempo y energía, sino porque se te ha olvidado destinar un momento para revisar la evolución.
Elige el día, la hora y la periodicidad con la que vas a sentarte a valorar el progreso. Por ejemplo: una vez a la semana, o una vez al mes, los viernes a medio día.
Selecciona los criterios que vas a utilizar para medir esa evolución. Piensa cómo vas a saber si estás acercándote o alejándote de los resultados propuestos.
Por ejemplo: si estás preparando una oposición y deseas sacar la plaza, ¿cómo vas a ir evaluando tu progreso?, ¿por el número de temas que estudias a la semana? ¿podrías ponerte nota cada semana de cada tema estudiado?
Medir tus avances no solo te permitirá corregir o cambiar lo que estás haciendo en caso de que no funcione, sino que te estimulará a perseverar, valorando tus pequeños logros desde el principio.
#4. Dale sentido al proceso, no solo al resultado
Algo que te ayudará a alcanzar tus objetivos es que no los idealices, y seas capaz de encontrarle sentido a las acciones que haces para alcanzarlos.
Saber hacia dónde ir, te motiva, te estimula, te hace sacar lo mejor de ti mismo, pero no puede ser lo único que dote de sentido tu existencia, pues los objetivos pertenecen al mundo del futuro, y hay que disfrutar y ser feliz desde el momento presente.
Un planteamiento positivo es aquel que utiliza las metas cómo excusas para emprender acciones de las que disfrutar desde el aquí y el ahora.
Por ejemplo: es estupendo marcarte como objetivo obtener un certificado de idiomas, pero es más probable que lo consigas, si las acciones que vas a hacer para ello te resultan atractivas por sí mismas (conversar en ese idioma con gente de otra cultura y país, viajar como experiencia, estudiar en el extranjero, etc.)
#5. Enumera los pasos que tienes que seguir para cumplir tu objetivo, y adjudícales una fecha con un tiempo máximo
Una vez que sabes con exactitud lo que quieres y cómo vas a medirlo, has de bajar al terreno de la realidad práctica. ¿Cuáles son los pasos que vas a dar tú desde hoy mismo para llegar a tus metas?
Haz una lista, tan larga como sea necesaria. A cada paso o acción asígnale una fecha, que te comprometas a no sobrepasar, pase lo que pase.
Esta lista puede hacerse en sentido contrario, es decir, ir desde el futuro al presente, enumerando desde el último paso al primero, como si pudieras rebobinar la película desde la última secuencia a la primera.
Visualizas tu última acción y te preguntas ¿y antes de eso que haría?, ¿y antes de eso? Y así sucesivamente hasta llegar al primer paso.
#6. Ten en cuenta los recursos y el plan B
Otro punto indispensable es saber exactamente cuáles son los recursos con los que cuentas para conseguir tus objetivos. Plantéate si debes aumentarlos, asesorarte, pedir ayuda, adquirirlos, transformar los que tienes, etc.
Algo que resulta útil es tener siempre un plan B para un recurso deficiente. Si necesitas algo para lograr tu meta y careces de ello, piensa en un recurso transitorio alternativo, pero no te detengas.
Por ejemplo: para mejorar tu nivel de inglés, necesitas contratar a un nativo X, pero no dispones actualmente del dinero para costear tal servicio. ¿Qué puedes hacer? Empieza a dar las clases, aunque sea con menor periodicidad de la que deseas, o busca un profesor cuyas tarifas se ajusten más a tu presupuesto, aunque de momento no sea nativo.
En resumen, para alcanzar lo que te propones, no basta con desearlo mucho. Es necesario pasar a la acción, estar dispuesto a invertir, disfrutar por el camino y definir claramente el cómo, el cuándo y el qué.
¿Te cuesta alcanzar los objetivos que te propones?
¿Qué haces para ir sí o sí a por tus objetivos?
Deje su comentario